Identidad judía
Conversión al judaísmoCONVERSION AL JUDAISMO
Abrahán y Sarah, los primeros conversos al judaísmo
Según la biblia hebrea, Abrahán fue elegido para llevar a cabo la misión fundamental de hacer conocer al D’os único a través del mundo. Como recompensa a su devoción y fidelidad incondicional, Abrahán recibió dos promesas: que sus hijos y los hijos de sus hijos se convertirían en nación, y que la tierra de Canaán, donde Abrahán y los miembros de su casa vivían como residentes forasteros, se convertiría en la tierra para los descendientes del patriarca. De ahí el concepto de “Tierra Prometida”.
Abraham y su esposa, Sarah, no nacieron hebreos, pero se convirtieron en judíos al “firmar” este acuerdo con el Eterno. Todos los miembros de la casa de Abrahán, incluso los sirvientes, también formaron parte de este trato. Como tales se convirtieron en hijas e hijos “espirituales” de Abrahán y Sarah. Esta es la razón fundamental que considera que todos los judíos son descendientes, por sangre o espirituales, de Abrahán y Sarah. Los conversos al judaísmo reciben, pues, un nombre hebreo de su elección, seguido del apelativo ben Abrahán (hijo de Abrahán), y son considerados, en todos los respetos, como cualquier persona nacida de madre judía.
La ley del retorno del Estado de Israel
Según la ley de retorno del Estado de Israel, que pretende asegurar la protección y asilo de todo judío en tiempos de persecución, cualquier persona judía tiene derecho al retorno (aliah). La conversión al judaísmo, por lo tanto, puede tener connotaciones en este sentido.
Diferencias entre el judaísmo y el cristianismo
El judaísmo religioso tiene como dogma central la idea que D’os es Uno (“Adonai ejad”), sin forma y sin límites. A pesar de ser una religión mesiánica (es decir, que cree que un día ha de llegar un mundo mejor, de justicia y bondad), el judaísmo no considera que al mesías como una figura de naturaleza sobrehumana y aún menos divino. Por eso, por ejemplo, no está permitido pronunciar el nombre de dios.
En vista de estos dos puntos, la idea cristiana de que Jesús forma parte de una triada divina (la santa trinidad) no es compatible con el judaísmo, que considera que D’os es uno y D’os es solo, sin principio ni final… En ningún caso toma una forma concreta para encarnar a un hombre. Tampoco es compatible con el judaísmo la concepción de un ser humano derivado de D’os a través de un vehículo humano (la virgen María). Y finalmente, el culto a representaciones de Jesús (considerado divino por los cristianos), su madre o los santos, está completamente opuesto a la concepción judía del culto al D’os único. La idea de unicidad de D’os y del desprecio de la idolatría, es decir el culto a imágenes, es una idea recurrente a lo largo de todas las escrituras hebreas.
Más allá del concepto religioso, un judío es miembro de una “nación” espiritual única, y como tal adopta un estilo de vida acorde con estas pertenencia y cosmovisión.
Los 3 principales movimientos de la religión hebrea
En la religión judía, no hay institución piramidal como en la Iglesia. Cada comunidad practica a su modo. Hay tres tendencias, más o menos liberales respecto a la modernidad y esto lleva consecuencias en la política de conversiones:
1. El judaísmo ortodoxo
Esta tendencia atribuye una importancia esencial al seguimiento incondicional de las tradiciones (la “halajá”) y prácticas, en todos los sentidos, del judaísmo. El judaísmo ortodoxo no es ni mucho menos un movimiento homogéneo, y existen diversos “grados” de ortodoxia. La organización más grande en el judaísmo ortodoxo es el movimiento “Chabad”.
El judaísmo ortodoxo es el más exigente con los candidatos a la conversión, puesto que los rabinos ortodoxos quieren asegurarse que el candidato es serio y profundamente comprometido con la práctica religiosa. Por lo tanto, no es de sorprender que un rabino ortodoxo al que se acuda, va a reaccionar, al menos al principio, negativamente. La tradición rabínica dicta incluso que el rabino debe negarse tres veces antes de aceptar a un candidato a la conversión. Una conversión ortodoxa es reconocida por todos los rabinos y por el Estado de Israel.
2. El judaísmo conservador o “masorti”
Este movimiento considera que es necesario “preservar” las tradiciones judías, pero siendo menos estrictos cuanto a práctica y observancia. Trata de conciliar la tradición con la modernidad.
El movimiento “masorti” también exige un serio compromiso por parte del candidato a la conversión, pero a nivel de práctica religiosa es en general menos exigente que el ortodoxo. Las conversiones masorti son reconocidas por el estado de Israel, y prácticamente nunca por parte de los rabinos ortodoxos.
3. El judaísmo reformado:
Este movimiento es tal vez el más variado. Ha dado múltiples ramas como el judaísmo humanista. Atribuye menos importancia a la tradición en las prácticas y formas religiosas. Prefiere facilitar la integración del judaísmo en el mundo contemporáneo.
Finalmente, las exigencias para conversión del movimiento reformado son muy variables, y en prácticamente nunca reconocidas por el Estado de Israel ni por los rabinos conservadores u ortodoxos. Pero las comunidades reformadas de los países anglosajones son las más integradoras y son importantes en la diáspora.
La religión judía no es proselitista
Al contrario del cristianismo o del islam, el judaísmo no es proselitista: no busca activamente la afiliación de nuevos miembros. Esto se debe, básicamente, a la idea de salvación del alma, que en el judaísmo no pasa por estar adscrito a una religión particular, sino que exige la bondad del individuo, y el seguimiento de las siete leyes de Noé, que son:
- Saber que existe un solo dios, infinito y supremo sobre todas las cosas
- Respetar al Creador
- No cometer asesinato
- Respetar la institución del matrimonio
- No robar
- Respetar a las criaturas de dios
- Mantener la justicia.
Cualquier persona que se siente judía, y se compromete seriamente a adoptar estas leyes y un estilo de vida judío, puede aspirar a convertirse. Al fin y al cabo, hay muchas formas de definir quién es judío y que es el judaísmo. En Tarbut Sefarad, opinamos que es judío aquel que se siente judío.
La conversión al judaísmo, todo un compromiso
A nivel práctico, la conversión exige la adquisición de conocimientos sobre la historia y la religión judía, con el compromiso de vivir una vida “judía”, educar a sus hijos como judíos, y de no dejar nunca de aprender la Torá. El proceso de conversión concluye para hombres y mujeres con la inmersión en un baño ritual o mikvá. Una conversión ortodoxa o masorti requiere la circuncisión de los hombres.
Es importante entender que la conversión al judaísmo no debería estar motivada por la falta de convicción sobre la fe de uno, por ejemplo, el cristianismo, o solo el deseo de casarse con un cónyuge de religión hebrea. Aún más, la conversión al judaísmo exige abandonar todas las prácticas anteriores, como por ejemplo el culto a santos y vírgenes, navidad, etc.
En el caso que Usted sospeche o tenga razones sólidas para creer ser un descendiente de “anús” (judeoconverso, o nuevo cristiano), entonces esta “memoria familiar” debería verse como un método de conexión al judaísmo. Querer utilizar estos elementos para demostrar o justificar algo suele conllevar frustración, y el judaísmo es mucho más que una cuestión genética.
El tener origen judío o ser descendiente de judeo-conversos no agiliza la conversión, aunque si explica la motivación. El convertirse al judaísmo no lleva ninguna ventaja, sino acaso inconvenientes, como el tener que aceptar la trágica historia de envidias y persecuciones.
Vivir una vida judía implica integrar cambios en la mayoría de aspectos de la vida personal, desde la comida (para respetar las reglas de cashrut, como no comer cerdo y marisco, separar la carne de la leche), hasta la gestión del tiempo de trabajo (como no trabajar el sábado y celebrar las principales fiestas del calendario hebreo). A menos de estar profundamente convencido de los principios y prácticas del judaísmo, una conversión al judaísmo no tiene sentido.
La conversión implica acercarse a una comunidad judía (local o sino virtual) y empezar a ir a los servicios de Sabbat los viernes o sábados, celebrar las fiestas del Día del Perdón, de la pascua “Pesaj”, del carnaval de “Purín”, de Janucá, antes de intentar ver a un rabino, cercano o lejano.
La conversión supone ir a clases para aprender las bases de la religión, incluso leer en hebreo las oraciones más importantes del Sabbat y de las fiestas en hebreo.
Suele ser un rabino de la sinagoga cercana que imparte las clases de judaísmo a los candidatos al acercamiento religioso. Solo después de este aprendizaje (1 año, 2 o 3 años) se plantea ver al rabino y hacer la conversión formal ante un tribunal rabínico, que integra la etapa del baño ritual “mikvé”.