Identidad judía
Historia de los conversosHISTORIA DE LOS CONVERSOS
Para comprender por qué, cinco siglos después del Edicto de Expulsión de 1492, quedan misteriosamente elementos de identidad judía en algunas personas o en algunas familias, llamadas “bnei anusim” (descendientes de judeo-conversos), cabe describir el contexto histórico y lo que fue el judaísmo y la diáspora de los “sefardíes”, es decir “de los judíos de origen español”.
La historia del judaísmo está marcada desde el principio por el exilio y la diáspora.
La época de la Antigüedad
Según el antiguo testamento, el patriarca Abrahán se exilió del país de sus antepasados (Mesopotamia, actual Irak) para vivir como forastero en el país de Canaán (el Israel actual). Los doce hijos de su nieto, que dieron lugar a las doce tribus de Israel, estuvieron exiliados durante 430 años en Egipto. Gran parte de este tiempo lo pasaron como esclavos.
Aun habiendo conquistado la tierra prometida de Canaán, los hebreos se dividieron en un reino al norte, Israel, y un reino al sur, Judea. El reino de “Israel”, donde moraban diez de las doce tribus, cayó en manos de los asirios, que ocuparon el territorio con miembros de tribus arameas.
Según la Biblia, en el sur, Jerusalén cayó frente al rey babilonio Nabucodonosor en 586 Antes de la Era Común (AEC, es decir antes de Cristo). Los hebreos se vieron exiliados durante siete décadas en Babilonia. Pero con la llegada del imperio persa y la tolerancia de los monarcas zoroástricos, a los hebreos se les permitió retornar a Jerusalén en 520 AEC, liderados por el escriba Ezra y por Nehemías. En aquella época los líderes hebreos se dieron cuenta que la supervivencia pasaba por asegurarse la supervivencia del texto de las leyes de Moisés, conocido en hebreo como la Torá (antiguo testamento). La canonización de la Torá, que sigue siendo el núcleo del judaísmo, empezó en 522 AEC.
En el año 515 AEC se construyó el Segundo templo de Jerusalén. Después, el reino de Judea fue ocupado por los griegos, lo que llevó a un choque frontal entre la cultura y religión judía, monoteísta y marcada por un profundo desprecio a la idolatría, y la griega, politeísta e idolatra. La idolatría supone venerar objetos, imágenes, personas y no venerar a un solo dios abstracto y único.
El momento más memorable de este enfrentamiento fue la revolución de los macabeos contra el poder griego en el siglo II AEC, que culminó en la re-dedicación del Templo de Jerusalén y que sigue recordándose en la actualidad con la fiesta de Janucá (noviembre/diciembre).
La tierra de Canaán es una encrucijada entre tres continentes (Asia, África y Europa), con pocos recursos naturales, un sitio de paso y de conquista.
Los griegos fueron remplazados por los romanos, que compartían esencialmente la misma cultura y religión que los griegos. A pesar de momentos de entendimiento entre el poder romano y los judíos, por ejemplo, bajo el rey Herodes, que amplió el Templo, los judíos se rebelaron varias veces contra el Imperio Romano, resultando en un primer momento en la destrucción del Templo en 70 AEC. Más adelante se produjo la revolución de Bar Kohba, que resultó en la ruina y pérdida de poder de los judíos en su tierra, hasta el restablecimiento del estado de Israel en 1948.
Estos acontecimientos contribuyeron a aumentar las comunidades judías en la diáspora (es decir, fuera de la Tierra Prometida), y a crear nuevas.
Sefarad
La fecha exacta de llegada de los primeros judíos a la Península Ibérica se desconoce, pero se supone que llegaron hace 2000 años aproximadamente con los romanos. Con la caída del Templo (en 70 AEC) se considera que las comunidades ya presentes crecieron mucho.
Los judíos llamaban a la Península Ibérica “Sefarad”. Por lo tanto, los miembros de las comunidades judías de los reinos que darían lugar a España y a Portugal, se llaman judíos “sefardíes”. El término “sefardí” que inicialmente era sólo toponímico, pasó, con el tiempo, a adquirir una dimensión cultural.
El paso de los siglos convirtió a la comunidad judía ibérica en la mayor del mundo. De ella emanaron figuras como el teólogo, filósofo y médico Moché ben Maimón (Maimónides, Córdoba 1135 – Egipto 1204) y muchas más destacadas figuras españolas en los campos de la poesía, la medicina y la filosofía.
El Edicto de Expulsión de 1492
A pesar de una época dorada del judaísmo ibérico, en la que los judíos pudieron vivir en paz y además contribuir al progreso intelectual y social, la hostilidad recurrente de la Iglesia acabaría erradicando esta ingeniosa e industriosa comunidad.
El filósofo israelí afincado en EEUU, Yirmiyahu Yovel, especialista de B. Spinoza, escribió en 2009 el libro “The Other Within, The Marranos”. Ha sido traducido al francés con el título “L’aventure marrane” (La aventura judeoconversa) pero no al
castellano. Yirmiyahu Yovel explica que los españoles judíos sufrieron las primeras persecuciones con los visigodos en el siglo VIII. Las persecuciones se repitieron a lo largo de la Edad Media. Desde 1391 hasta 1492 tuvieron lugar una serie de políticas dirigidas a segregar y limitar los derechos de los judíos, que culminó en el establecimiento de la Inquisición por parte de los Reyes Católicos en 1478; la Inquisición duró hasta 1813. El rol de inquisidor jefe fue atribuido al fraile dominicano Tomás de Torquemada, cuya influencia sobre los monarcas católicos, logró la promulgación de un edicto de expulsión de los españoles judíos. Se les dio la cruel alternativa de abandonar su patria, España, o de abandonar su fe.
Los investigadores discrepan sobre el número de sefardíes. Por ejemplo, según el francés Joseph Pérez, habría un total de 200 000 judíos y saldrían entre 20 000 y 100 000. Según Yirmiyahu Yovel, habría 160 000 y se irían unos 120 000, los dos tercios a Portugal y el resto mayormente al Imperio Otomano. La tolerancia de Portugal duró poco. En 1496, se les impuso la alternativa de convertirse al cristianismo o ser ejecutados.
España y los “conversos” o “nuevos cristianos”
El hecho de que el judaísmo “oficial” hubiera sido suprimido por sucesivos decretos no garantizaba que los judíos que practicaban su fe en secreto (los “cripto-judíos”) y sus descendientes hubieran abrazado el cristianismo. De hecho, se considera que aquellos que se convirtieron sinceramente al cristianismo fueron una diminuta minoría. En consecuencia, los “bnei anusim” (conversos forzados) seguían siendo un objeto constante de persecución por la Iglesia, a pesar de haberse bautizado.
A pesar de tener que comportarse como cristianos, en muchos casos, con el tiempo los “conversos”, o “judeo-conversos” desarrollaron formas de práctica religiosa propias, mezclando elementos de la tradición hebrea con ciertos elementos cristianos. Una característica muy común en este grupo era la de no rezar a los santos ni a la virgen María, ni tampoco participar en prácticas públicas como las procesiones y romerías tan propias del catolicismo ibérico. El culto a imágenes es considerado una forma de idolatría, una transgresión grave en el judaísmo. Pero en general, con el paso del tiempo, al quedar prohibida la transmisión de la religión judía, a lo largo de las generaciones, los descendientes de “nuevos cristianos” perdieron la cultura y la identidad judías.
Se puede imaginar la tragedia que fue para estos miles de judíos españoles tener que renunciar a su identidad y a su tradición.
Antes del Edicto de Expulsión, en eco a las persecuciones y matanzas de 1391, los Estatutos de Limpieza de Sangre comenzaron a aplicarse en el Concejo de Toledo en 1449, propagándose ininterrumpidamente durante los siglos XV, XVI y XVII por todo lo que es la España actual. Los Estatutos de Limpieza de Sangre excluían a los “cristianos nuevos” de varias profesiones de poder o influencia donde podían competir con los “cristianos viejos”. Estas leyes raciales fueron una nueva desgracia, que afectó a las víctimas y sus descendientes.
Además, la Inquisición – que duró tres siglos,
entre el siglo XV y el siglo XIX,
incentivaba la delación.
Varios historiadores, como Antonio Domínguez Ortiz, en “Los judeoconversos en la España moderna”, o Manuel Moreno Valero (Obispado de Córdoba), en “Judíos y Limpieza de Sangre en Pozoblanco”, describen como se desestructuraban y empobrecían las familias y los pueblos, ante la institucionalización de la denuncia y la sospecha como modos de funcionamiento de la sociedad. La envidia al vecino tuvo en aquella época un arma terrible, la denuncia por “judaizar”. Cualquier asunto trivial, como llevar ropa limpia el sábado, o no echar humo la chimenea podía poner en peligro de vida toda una familia.
A diferencia de otros países europeo, donde los siglos XIX y XX se vivieron con una relativa liberación intelectual y religiosa, la historia reciente de España y Portugal se caracteriza por la frecuencia de regímenes represivos y una fuerte influencia de la iglesia católica. En la península ibérica, las dictaduras políticas y religiosas duraran hasta finales del siglo XX.
BARROS BASTO en el Portugal del siglo XIX
Sólo hubo unos pocos paréntesis de interés y tolerancia para los españoles de origen judío. A finales del siglo XIX, en Portugal se dio a conocer un líder humanista, Artur Carlos de Barros Basto (1887-1961), cripto judío que consiguió convertirse al judaísmo en Marruecos y exhortó a otros “bnei anusim” a retornar a la fe mosaica.
Cuando aquello, en España hubo el “filosefardismo”, movimiento de apertura al conocimiento de la historia judía de España que salió a raíz de conocer a sefardíes alrededor del Mediterráneo. El senador Angel Pulido Fernández (1852-1932) fue una gran figura de la reconciliación de España con los judíos.
La libertad al fin
La libertad religiosa fue establecida oficialmente en 1980 en España. Al final del siglo XX, la identidad judía que había podido existir a lo largo de casi cinco siglos no podía ser intensa, con contadas excepciones como algunos “Xuetes” (“chuetas”) de Mallorca o la comunidad cripto-judía de Belmonte, en los montes del norte de Portugal.
A pesar de todo, algunas familias han conseguido conservar algunas tradiciones, prácticas rituales, objetos o simplemente una conciencia viva del judaísmo de sus antepasados. Es extraordinario, casi milagroso.
Tras siglos de miedo y de vida en la oscuridad, la apertura excepcional de los últimos treinta años ha permitido que un número significativo de familias “cripto-judías” sacaran sus historias a la luz, siempre con precaución y una cierta aprehensión a pesar del tiempo pasado. Un ejemplo reciente es el periodista Miquel Segura Aguiló, en su obra “Raíces chuetas, alas judías”, de 2008. El fundador de Tarbut Mallorca cuenta con detalle y talento la apasionante y dura historia de su familia, de origen “chueta”. Y su novela “Las cenizas del rabino” (2016) está basada en hechos reales de los judíos mallorquines.